viernes, 23 de octubre de 2009

Juana

Con la oreja pegada a la pared, muy quetita, apenas sin respirar, escuchaba su voz. Para ella, para Juana, su voz era una dulce música, a pesar que el contenido de esas palabras era algo muy técnico y científico a la vez, a pesar que había una pared que les separaba e impedía que se vieran. Pero Juana le imaginaba diciendo esas palabras, ese discurso tan bien aprendido. Estaba tan atenta a su voz que hasta notaba cuando vacilaba, cuando titubeaba, y le imaginaba algo nervioso entonces ella se deshacía por dentro, se derretía aún más.

Después cuando volvió a su casa no paró de suspirar y suspirar y suspirar y suspirar y suspirar y suspirar y suspirar y suspirar y suspirar y suspirar y suspirar.

Ay!!!! aaayy!!!