Hoy me he dado una vuelta por un Centro Comercial que no conocía, es lo malo de estar ociosa que me da por ir a ver esos maravillosos templos de ocio y consumismo, y no he podido resistir comprarme un bolso, que realmente no necesito pero estaba muy bien de precio, unas pulseras, que no son necesarias ni imprescindibles para mi vida cotidiana, aunque me auto-engañe pensando que sí, y un llavero de piel de un precioso verde con forma de lazito, y con éste podría, puedo, volver a auto-engañarme pues las llaves de casa las llevo sin llavero, no porque no tenga, que tengo uno que me regalaron hace un par de Navidades, muy mono también de piel pero en vez de un lazito son florecitas, y no es que no me guste, que me gusta, pero me vuelvo a auto-engañar y lo reservo -he aquí mi autoengaño- para cuando encuentre la casa de mi vida, que vaya usted a saber cuando será. Y no sintiéndome tranquila y satisfecha con las citadas compras, me he quedado con las ganas de comprarme unos zapatitos, esta vez sin tacón, muy monos y a muy buen precio, y claro, todo el camino de vuelta iba pensando en ellos y cuando volver para llevármelos sin dudar y ponerlos en mis pies, como si me fuera la vida en ello. Sólo espero no soñarlos esta noche, a ver si así se me olvida y quita la tontería. El próximo día cuando piense ir a conocer un Templo Consumista, me apuntaré a clases de arameo para estar ocupada y mantener la tentación a raya.
jueves, 10 de junio de 2010
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1 comentario:
Como me suena esa historia...
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