¿Cuando me equivoqué de camino? se preguntaba María una y otra vez. ¿En qué momento elegí el camino equivocado? Acaso me equivoqué, acaso tuve opciones para elegir. Soy yo la única culpable, o estaba influenciada por el entorno, y siendo así, tan influenciable soy, tan poca personalidad y criterio he tenido y desarrollado?. María no hacía más que atormentarse con estas y otras preguntas, esto lo hacía en el baño, mirándose al espejo y tratando de reconocerse, buscándose, queriéndose encontrar.
Pobre María, se sentía triste y sola, como la canción, triste, sola, frágil e incomprendida. Puede que esto fuera lo que más le doliera, la incomprensión. Ella que se jactaba de una de sus grandes virtudes: la comprensión, lo excesivamente comprensiva que era, con sus amigos, familiares, compañeros de trabajo, conocidos....
Pobre María, por más que desgranaba los pasos que había dado en su vida y le habían llevado hasta aquel pequeño y oscuro baño, por más que buscaba el momento exacto donde todo empezó, no lo encontraba, se mezclaban las ideas, se confundía más.
Pobre María, con su alicaída alma, sus ojos llorosos, se miraba al espejo y lo único que veía eran pájaros, los pájaros que había tenido siempre en su cabeza, como le decía su madre. Era la única respuesta que encontraba, ¡cuantos pájaros he tenido y tengo en la cabeza!