Para ella era casi un ritual. Todas las noches, Valentina, se asomaba a la ventana respirar el fresco aire de la noche, a veces caluroso, como los días, y le gustaba sentir la tranquilidad de la noche. Solía reflexionar sobre lo acontecido en el día, buscar errores, para no volver a cometerlos, al menos intentarlo, tenerlo en cuenta.
Pero últimamente no paraba de dar vueltas sobre toda su dilata vida, sobre todo lo que había hecho, y lo que no. Sentía que su vida era una farsa, de puertas para fuera parecía muy bonita e idílica, pero ella no lo sentía así. De puertas para dentro era otra historia.
Llevaba cinco años compartiendo su vida, día a día, con una persona, su compañero, su pareja. Pero ahora, en el silencio de la noche veía, sentía que había escapado de casa de sus padres, con tanta ansía, que tal vez, no fuera la persona adecuada. Era una equivocación más a añadir a la interminable lista de errores cometidos. Y entonces las lágrimas no paraban de resbalar por las mejillas. Llorando intentaba limpiarse el alma.
Pero últimamente no paraba de dar vueltas sobre toda su dilata vida, sobre todo lo que había hecho, y lo que no. Sentía que su vida era una farsa, de puertas para fuera parecía muy bonita e idílica, pero ella no lo sentía así. De puertas para dentro era otra historia.
Llevaba cinco años compartiendo su vida, día a día, con una persona, su compañero, su pareja. Pero ahora, en el silencio de la noche veía, sentía que había escapado de casa de sus padres, con tanta ansía, que tal vez, no fuera la persona adecuada. Era una equivocación más a añadir a la interminable lista de errores cometidos. Y entonces las lágrimas no paraban de resbalar por las mejillas. Llorando intentaba limpiarse el alma.