Bum bum, bum bum, bum bum. Era un sonido rítmico, fuerte, que no le dejaba apenas dormir, retumbando en su pecho, casi podía oírse en la oscuridad de la noche, en su habitación. El sol empezaba a despuntar y Juana veía como poco a poco empezaba abrirse el día. No entendía porque su pequeño músculo andaba tan alborotado aquel día. Resolvió levantarse, tomar un café bien cargado y meterse en la ducha.
Bum bum, bum bum, bum bum. Era imparable. Seguía su curso, bombeando con fuerza el torrente sanguíneo que alimenta su cuerpo. Creia que todos lo oían como ella, en la parada del autobús, en el autobús, en el trabajo, y empezaba a incomodarle. Así pasaron las horas, aunque el pequeño músculo mitigo ligeramente su velocidad.
Cuando estaba finalizando el día, recibió un mensaje con una invitación a una celebración, un cumpleaños, de una buena y querida amiga. En dicho mail se detallaba la lista de invitados confirmados, en la cuál estaba aquel que le provocaba temblores y sudores. Su corazón se disparó, bum bum bum bum bum bum bum bum!!! Siguió leyendo. No iba sólo. Iba acompañado. De su pareja.
Cuando estaba finalizando el día, recibió un mensaje con una invitación a una celebración, un cumpleaños, de una buena y querida amiga. En dicho mail se detallaba la lista de invitados confirmados, en la cuál estaba aquel que le provocaba temblores y sudores. Su corazón se disparó, bum bum bum bum bum bum bum bum!!! Siguió leyendo. No iba sólo. Iba acompañado. De su pareja.
Su corazón se paró, se estremeció de dolor. Y las lagrimas resbalaron por sus mejillas sin que nadie les llamara.
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