sábado, 22 de mayo de 2010

Chicozapote

Así es como se conoce al árbol del cual se extrae la savia con la que se obtiene una goma, que tradicionalmente mascaban diversos pueblos mesoamericanos. Manilkara zapota es el nombre científico de dicho árbol, el Chicozapote,  cuyo nombre viene del náhuatl chictli, cuyo significado literalmente es goma, o lo que es lo mismo y como lo conocemos en la actualidad, chicle. Los Mayas, fueron de los primeros en usarlo para la higiene bucal, lo hacían para limpiarse los dientes. Además el chicozapote da un  fruto del mismo nombre muy dulce,  nutritivo y comestible, con el que se hacen diversos postres y otras viandas.

Todo esto lo cuento porque yo soy excesivamente golosa, la mayoría de dulces me vuelven loca, menos el chicle. Nunca me ha gustado, ni de pequeña, recuerdo una vez que me compré un chicle, pues a todos los niños les gustaban, y yo no podía ser menos, aunque no me llamaba la atención decidí probar uno. Tardé un rato hasta que finalmente me atreví a comerlo, y tras un buen rato mascando conseguí apreciar el sabor dulce sin que me disgustara, pero no volví nunca más a probar uno. Hoy en día, la gente se asombra cuando me ofrecen y les digo que no me gustan, además de nunca acordarse y volver a ofrecerme en otra ocasión, a la mayoría les estraña muchísimo. Pero a mi me resulta muy desagradable, no el comer chicle que no lo hago, ver a la gente mascando chicle cual vaca rumiante. Pues la mayoría lo hace de una forma ostentosa, pues una de las cosas mas molestas es cuando en el autobús o metro o cualquier transporte público, o privado, se sienta a tu lado una persona, normalmente del género femenimo, mascando ruidosamente un chicle de fresa o menta. Pero, nadie le ha enseñado que comer abriendo la boca es de mala educación? Que el resto no tenemos que oir sus ruiditos salivo-bucales, ni oler la fresa ácida, que de fresa tendrá sólo el nombre ni siquera el color, ni la menta, ni la sandía, ni ningún otro sabor. Y mucho menos tenemos que sentarnos, ni pisar, ni pringarnos con el susodicho chicle cuando ya se han cansado y tirado a cualquier rincón.
Afortunadamente, existen personas que saben comer un chicle discretamente, que cuando la ocasión lo requiere dejan de mascarlo y lo pegan a un papelito para luego depositarlo en un cenicero o papelera.

No, no me gustan los chicles ni sus consecuencias, puede resultar extraño, tal vez si probara aquellos procedentes del chicozapote, pues hoy lo más común es usar el acetato polivinílico, un plástico neutro, en vez de la savia del chicozapote, pues no he tenido el placer ni el gusto de probar aquellos chictli de los mayas ni los chicozapotes (frutos), que seguramente me encanten.

2 comentarios:

Tracy dijo...

Como siempre un placer leerte.

Marian Ch dijo...

Yo tampoco como chicles, ni tampoco esos temibles caramelos de piñón, o eran de café con leche? No sé, unos donde se incrustaban los dientes y llegabas a dudar por unos segundos que los recuperarías alguna vez.