lunes, 25 de octubre de 2010

Valentina ***

Cuando las lágrimas le dejaron ver, pudo empezar a guardar su vida en cajas, intentando que las lágrimas no volvieran a cegarle y le dejaran terminar de embalar sus últimos cinco años y reducirlos a unas cuantas cajas, quince, para ser exactos.
Pero de eso ya no se acordaba, poco a poco fue haciéndose otros hábitos, se fue a otra casita, muy pequeñita para ella sola, se compró unas sábanas nuevas, una colcha nueva, una mantita nueva, unos cojines nuevos y coloridos que le dieran alegría, desenrolló antiguas láminas que había ido comprando en sus viajes y nunca utilizó, algunos recuerdos de su juventud y adolescencia los fue colgando en estratégicos sitios, y así poco a poco se fue haciendo un nuevo espacio, su espacio, para ella sola sin compartir, y dejó de añorar su antiguo espacio al que había alimentado durante cinco años.
Al principio no tenía ni ganas de salir, tampoco sabía con quién hacerlo, se estaba acostumbrando a su nueva vida, y todavía muchas noches se limpiaba el alma.
El primer día que llegó a esta nueva casita, cuando se quedó sola con sus quince cajas alrededor, buscó la ventana, se asomó, y unas lágrimas volvieron a deslizarse por sus mejillas, producto de la añoranza, la tristeza,  la alegría, y la esperanza.

1 comentario:

Tracy dijo...

¡¡¡CHAPEAU!!!