Muchas mañanas cuando voy a trabajar le veo, normalmente no suelo reprimir el impulso de abrir el bolso y buscar en el monedero algún aurelio que ofrecerle. Siempre se coloca en el mismo sitio, estratégicamente al lado de la salida principal del metro, por donde la mayoría de trabajadores, estudiantes y viajeros salen a la calle, cerca de la cafetería. Se apoya en la pared y deja a un lado la bolsa en la que lleva su vida. Haga frío o calor suele llevar la misma ropa, unos zapatos gastados, pantalones de un indefinido color oscuro, varias capas en la parte de arriba, camisa, jersey, chaqueta y encima de todo esto un enorme abrigo. Coronado con un espeso y mal cortado pelo blanco, que le confiere una aureola de santidad. La mano le tiembla un poco, pero siempre te bendice cuando le das la moneda, mientras sus ojos negros te sonríen.
Alguna vez le he visto sentado en la cafetería disfrutando de un desayuno, o por la tarde sentado en un banco viendo la vida pasar, sin molestar a nadie. No sé la razón pero siempre que le veo, el corazón se me encoge, y me produce ternura, ternura por el entrañable señor del metro.
Me gustaría saber dibujar como Ladytacones y así ilustrar estas letras, para homenajear al entrañable señor del metro.
1 comentario:
No hace falta que sepas dibujar como Ladtacones para que conozcamos al señor del metro, porque lo has descrito perfectamente.
A mí me parece que lo conozco de verlo todas las mañanas.
Publicar un comentario