Después de un duro lunes de trabajo, lunes al fin y al cabo, cuando por fin me disponía irme a casa, me metí al metro, por una de las bocas menos concurridas, y me encontré frente a frente con una polilla. Venía hacia mi, directa, yo intenté esquivarla, pero parecía que estuviera efectuando su ataque hacia mi. Me agaché, pero ella, terca, seguía aleteando a mi alrededor. Me agaché varias veces mientras caminaba, hasta que finalmente la despisté. Continué mi camino, y vi como las pocas personas que me habían visto bailando con la polilla, me miraban y sonreían.
Yo también sonreí.
Yo también sonreí.
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