martes, 2 de noviembre de 2010

Habían pasado ya dos años, pero ella no lo había olvidado, como iba a olvidarlo! Esas cosas no se olvidan tan fácilmente, me atrevería a decir que esas cosas no se olvidan. Y allí estaba ella, al pie de la sencilla lápida donde yacía su amor, desde primera hora de la mañana, saludando a la familia cercana, lejana, amistades que allí se acercaban. Ni siquiera se marchó a la hora de comer, y cuando llegaron las primeras almas para escuchar la misa por sus difuntos, allí seguía ella impertérrita, acompañando la fría lápida. Terminó la misa, se fue la gente, empezó hacer frío, a ponerse el sol, y sólo cuando el guarda fue avisarle que tenía que cerrar, se despidió dando un beso a la fría lápida y se marchó.

1 comentario:

Tracy dijo...

Tnteresante y apropiado para la fecha en la que estanos